Luis Pineda está en la cárcel. El caballero en cuestión, por si no les suena, creó AUSBANC, una entidad teóricamente destinada a la defensa de los consumidores. Y para ejercer su labor altruista disponía de una serie de revistas que extorsionaban y hacían chantaje a los bancos. Si no pasaban por taquilla y se avenían de buen grado a las altas exigencias económicas de Pineda y sus sicarios les propinaban una hostia – son palabras de Pineda –informativa. Desacreditaban los productos del banco resistente y emprendían campañas denigratorias y calumniosas contra él. Y no fueron pocos los que hincaron la rodilla y pasaron por el aro del impuesto revolucionario.
Este pseudoperiodismo ni lo inventó Pineda ni se acabó con él. Responde a la etiqueta de pseudoperiodismo de cloaca cuyos efluvios pestilentes provocan náuseas pero que tiene sus oficiantes, en mayor o menor escala, que siguen los mismos métodos del que está entre rejas. Se trata de una forma de periodismo – por darle una denominación --practicado por tipos cuyo sentido del la ética corre parejo con su absoluta falta de escrúpulos. Individuos que han sacado rédito de la intimidación para sacar tajada. Y que utilizan la información como mercancía apropiada para manipularla de acuerdo con su conveniencia. Al que se pliega a sus exigencias le llueven los adjetivos laudatorios, por lo general tan tópicos como escandalosamente cursis, y al que planta cara hostia al canto, con descalificaciones groseras e insultos si llega el caso. Hablamos de un pseudoperiodismo zafio que no sabe de ética y mucho menos de estética.
A Pineda el juez lo ha enviado al trullo. Pero sus imitadores, que los hay a escala diversa, siguen los dictados del avispado maestro. Aquí el problema no sólo radica en la bazofia informativa que nos sirve éste pseudoperiodismo del insulto y la brocha gorda, porque no conoce otra; aquí la baraja no se rompe, como sería de desear por mera higiene social, por el hecho de que muchas empresas siguen arrugándose, bajando la mirada, cediendo voluntad y dinero y encogiéndose ante las actitudes chulescas de unos desaprensivos que no hacen otra cosa, no tienen más misión, que envilecer el periodismo
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